viernes, 5 de octubre de 2007

Entrevista con Luis Felipe Rodríguez Jorge

Luis Felipe Rodríguez Jorge es una especie de ginecólogo celestial. Aunque también podría ser uno de los primeros seres humanos en entrar en contacto con una civilización extraterrestre. Por lo pronto, es el iniciador en nuestro país de la radioastronomía, y realiza investigación de vanguardia sobre el nacimiento de las estrellas.
Egresado de la UNAM, hizo su doctorado en Astronomía en la Universidad de Harvard, en donde realizó años después su principal contribución a la ciencia: descubrió la primera fuente superlumínica en nuestra Galaxia, por lo que es reconocido como el astrónomo de un país en desarrollo más citado de la historia.
Estas fuentes superlumínicas expulsan nubes de gas que parecen moverse más rápido que la luz. Su estudio ha proporcionado información nueva sobre los procesos físicos en la cercanía de un hoyo negro, así como la naturaleza de las expulsiones relativistas (esto es, con velocidades cercanas a la de la luz) en el Cosmos.
Divulgador de la ciencia de gran éxito, tiene la mente abierta para tratar de entender los fenómenos sociales alrededor de la supuesta existencia de OVNIS, así como otros enigmas que fascinan a todo tipo de sociedades.
Nació en Mérida, y es investigador en el Centro de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM, situado en Morelia, del cual fue fundador y primer director. Pertenece al Consejo Consultivo de Ciencias y ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Además, encabeza el grupo mexicano que participa en el proyecto ALMA (Gran Arreglo Milimétrico de Atacama), el más ambicioso en la radioastronomía mundial.
¿Por qué es importante su hallazgo de las fuentes superlumínicas?
Descubrimos un nuevo tipo de fenómeno en el espacio, que es la expulsión de nubes de gas por cierto tipo de estrellas que se mueven muy cerca de la velocidad de la luz. Crean una especie de ilusión relativista, ya que parece moverse más rápido que la luz. Al hacer los cálculos, se da uno cuenta que no hay tal. Este hallazgo creó una nueva rama en la Astronomía, de la que ha habido incluso congresos internacionales. Es un campo muy aceptado y citado. Sin embargo, no estoy investigando en el campo que ayudé a crear.
¿Cuál es su campo de investigación?
Mi investigación consiste en estudiar el fenómeno de formación de estrellas, interpretando las ondas de radio que emiten. Las ondas de radio las podemos imaginar como ondas de luz que no ve el ojo humano, aunque nos dan información de la temperatura, el tamaño, la composición, las características de los cuerpos. Son ondas de radiación que tienen mucho en común con la luz. De hecho son el mismo fenómeno, pero no las puedo captar con el ojo. Básicamente es el mismo principio, es solamente otra ventana del espectro.
¿Allá en Mérida, ya le atraía la Astronomía?
Desde chico me gustaba mucho la ciencia en general, pero no fui de esos niños que les apasionara ver por el telescopio. A mí lo que me gustaba era la ciencia. Terminé siendo astrónomo por accidente. Lo que sí hacía era experimentos de química; me iba a comprar sustancias a la farmacia, aunque me resultaban cosas casi siempre peligrosas. Eso me gustaba mucho de joven.
¿Qué lo llevó a la radioastronomía?
Cuando terminé la carrera de Física en la UNAM, una astrónoma, Silvia Torres, me invitó a hacer la tesis con ella. Al terminar, me fui a la Universidad de Harvard con la idea de hacer astronomía óptica. Me di cuenta que eso había cambiado, y que no se usaba sólo la luz, sino que se usaban otras ondas de radiación, rayos x, y de manera muy particular, las ondas de radio.
Debió ser una experiencia única…
Tuve dos experiencias académicas muy fuertes. Primero, venir de la Universidad Autónoma de Yucatán a la UNAM. Aunque la de mi tierra es una buena universidad, no había en ese momento la cantidad de profesores de alto nivel y los laboratorios. Luego, ir a la Universidad de Harvard fue un salto cuántico. Allá estaban los mejores expertos mundiales, instrumentos, conferencias diarias. Harvard está ubicada en Cambridge, un pueblito maravilloso. Desafortunadamente, en México no hemos podido emular ese concepto de construir grandes universidades en pueblos pequeños.
¿No le dieron ganas de quedarse?
Claro. Me encantó la vida en la Universidad de Harvard, y cada año sabático regreso. Desde luego que oye uno el canto de las sirenas. Allá, la educación es la moneda de cambio y la superación académica es la norma. Uno sabe que al regresar, no existe ese ambiente en México… pero estoy muy contento en lo que hago.

¿Las universidades de Estados Unidos y Europa no son como una especie de ilusión, y luego, al volver, el choque con la realidad desconcierta?
Aunque es tentador quedarse, en mi época teníamos claro que había que regresar. Sí, regresar es un choque fuerte, y parece un mundo ideal, pero es tan real, como que los sueldos son muy bien remunerados, hay todos los avances y el instrumental. Existen grupos de investigación. Las universidades en EU y algunas de Europa son oasis de conocimiento, pero no son una torre de marfil, y aunque viven en mundos muy académicos, están fuertemente ligados a su comunidad.
Usted trabaja en temas apasionantes y al mismo tiempo, enigmáticos… vida extraterrestre, formación de estrellas. Nada convencional…
Cierto: lo primero que se le ocurre a uno es pensar que el Sol, la Luna, la Tierra, las estrellas, han estado ahí por siempre. Sin embargo todo está cambiando siempre, muy lentamente. El ser humano generalmente no ve cambios a lo largo de toda su vida. Entonces concluye que no hay cambios. Pero es una impresión errónea. Al estudiar el Universo se da uno cuenta que todo es cambio. Las estrellas como nuestro Sol no han existido desde siempre. Se formaron y van a tener una larga vida --está como a la mitad de su vida-- pero finalmente van a morir, es decir, van a dejar de tener reacciones termonucleares que les permiten emitir energía. Es “morir” entre comillas.
¿Ahora mismo hay estrellas recién nacidas?
Sí. Lo que nos ocurrió a nosotros hace 4 mil 500 millones de años, sucede en otros lados ahora mismo. Como no podemos regresar en el tiempo, podemos entender cómo sucedió estudiando lo que sucede hoy en esas nuevas estrellas. Hay gente que busca sentido en la religión, mientras el científico busca enmarcarse en el espacio y en el tiempo. Pero es importante saber cuándo nos formamos, qué condiciones existieron.
¿Realmente somos la única forma de vida en el Universo?
No hay una respuesta. Aunque es posible especular por simple estadística que puede haber millones de planetas con formas de vida en ellos, sólo tenemos evidencia de la nuestra. Debo decir que es una pregunta muy profunda, porque su respuesta va a cambiar absolutamente la forma en cómo nos vemos.
Son implicaciones igualmente profundas…
Si de alguna forma podemos comprobar que somos la única civilización, ello nos daría un lugar muy especial, queramos o no. La ciencia siempre ha tratado de ubicar al ser humano en la naturaleza, algunos piensan incluso que se ha tratado de negarle un lugar especial. Pero eso es muy reciente. Durante siglos, pensamos que la Tierra era el centro de todo el Universo. Luego se dijo que el Sol. Luego que la galaxia. El conocimiento sobre la verdadera dimensión de nuestro planeta necesitó siglos de observación y estudio. Creo que una respuesta de este tipo puede tardar siglos en generarse.
¿Y si estamos solos…?
Sería quizá muy extraño, pero ese convencimiento puede llevar a los humanos que vivan en ese momento a plantearse las cosas de forma diferente.
¿Qué tipo de vida debemos buscar… seres iguales a nosotros?
El estudio de los fenómenos naturales no tiene esa vertiente. Cada vez entendemos mejor a la naturaleza, pero es interesante que exista la posibilidad de que estudiemos el cosmos buscando específicamente si hay una contraparte, seres que se parezcan a nosotros o, como mínimo, vida en cualquier forma. Investigar si hay seres inteligentes –al menos con nuestro desarrollo tecnológico—capaces de emitir señales inteligentes, es bastante más ambicioso. La verdad es que, ya sea negativa o positiva la respuesta, nos va a decir muchísimo de la vida. Le va a dar un contexto distinto.
¿Por qué la gente en muchos países cree más en extraterrestres que en Dios?
Es muy intrigante. El fenómeno OVNI empezó hace muchos años, en los años 50, y finalmente, por los años 60, el gobierno de EU por la presión social, le pidió a un destacado grupo de científicos que investigara qué había detrás de todos esos reportes de avistamientos. Después de investigar las supuestas evidencias y entrevistar a todos los involucrados, llegaron a la conclusión de que la inmensa mayoría de los testimonios tenía una explicación científica o razonable. Quedó una muy pequeña fracción de reportes que realmente era muy difícil de explicar.
Usted es lo que podríamos llamar un observador profesional del cosmos… ¿cuál es su experiencia?
Como astrónomo he visto cosas raras en el cielo, pero a todas les he encontrado explicación. Nunca he visto nada que no me pueda explicar. Pero lo que me llama la atención es que hay testimonios de personas a las que es muy difícil concebir mintiendo. En estas afirmaciones hay algo raro, que merece quizá un abordaje multidisciplinario como fenómeno social. Mi impresión es que no hay un fenómeno real de extraterrestres visitándonos en naves. No hay evidencia dura, convincente, inequívoca, lo cual sería muy extraño de haber tantas naves como supuestos testigos.

¿Entonces, es algo más parecido a un fenómeno religioso, o psicológico?
Quizá los humanos sentimos, como sociedad, que no tenemos la capacidad de salir de los problemas que hemos creado o que no podemos controlar, y entonces, como en toda búsqueda religiosa, buscamos que algo o alguien nos ayude a solucionarlos. Los extraterrestres inteligentes serían una versión modificada de un sentimiento religioso, y quizá por eso la necesidad de una fuerza o ente milagroso, en esta forma, se estructure en la mente de tanta gente, y sea capaz de imaginar y complementar experiencias fraccionadas en testimonios muy vehementes.
Se dice que la creencia religiosa es algo inherente a la especie humana…
El misterio y la experiencia mística están en algún lugar del cerebro humano, cuya naturaleza tampoco es muy clara todavía para los neurobiólogos. Pero sin duda es un aspecto que se debe estudiar más a fondo, pues tiene gran impacto en algunos grupos sociales.
Como divulgador de la ciencia, usted ha dado conferencias muy exitosas sobre el tema de la vida extraterrestre... ¿cuál es su experiencia?
En mi última conferencia en El Colegio Nacional sobre el tema, estaba preocupado porque alguien fuera a levantarse a decir que estuvo con extraterrestres o que fue secuestrado. Es alentador que los asistentes que participaron y se acercaron después pidan que se combata ese tipo de fanatismos y charlatanerías.
Esta cultura científica tiene un peso específico sobre la cultura en general…
El problema es que la ciencia en México no se ha vinculado adecuadamente con la sociedad, y eso tiene muchos referentes. Por ejemplo, el más obvio es que no se ha logrado conectar con el sector productivo, y cada vez hay menos recursos para trabajar. Pero la verdad es que es un problema mucho más complejo que pedir más dinero. El apoyo social a la ciencia en otros países se da, en parte, porque las familias tienen una vinculación directa o tangible con las industrias de alta tecnología. En el propio Estados Unidos y en varios países de Europa, las industrias aeroespacial, farmacéutica, de alta tecnología en software, hardware, electrónica, o las actividades académicas, forman parte de la vida de las familias, y por ello, si el Estado o alguna coyuntura amenaza al financiamiento de la ciencia, la sociedad inmediatamente sale en su defensa. Aquí, no sucede eso, y en buena medida, también es culpa de la propia comunidad científica. No hemos conseguido que la ciencia se convierta en uno de los engranes que mueven a la sociedad. Estamos muy lejos de lograr esa red de intereses socialmente vinculantes entre ciencia, economía y cultura. Estamos muy lejos.
¿En materia de grandes descubrimientos, qué sigue…?
En la física, los últimos grandes descubrimientos fueron realizados en los inicios del siglo pasado. Desde luego, hay grandes preguntas, clásicas. Hay gran interés en reunir o hacer compatibles la relatividad y la física cuántica. En Astronomía, por ejemplo, la mayor parte del Universo está constituido por una materia llamada oscura, no la ordinaria, además del otro ingrediente, la energía oscura, que ni siquiera sabemos qué es. No sabemos si vamos a ver la respuesta a estas interrogantes en nuestra vida, y cuánto tiempo va a necesitar consolidar un descubrimiento así. En la teoría unificada, por ejemplo, algunos intentos vienen de la época de Einstein. En materia de mecánica cuántica se necesitaron 40 años para empezar a comprobar algunos supuestos.
¿Lo mismo va a ocurrir con la búsqueda de formas de vida en otras partes del Universo?
Poco a poco se va avanzado. Por ejemplo, se encontraron muy recientemente planetas en otras estrellas. Está por determinarse si son del tipo terrestre. El camino, en todo caso, puede ser muy largo.

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